La Verdad Sobre La Tan Cacareada Erótica Del Poder

La Verdad Sobre La Tan Cacareada Erótica Del Poder

Carmen Posadas: La Verdad Sobre La Tan Cacareada Erótica Del Poder Xlsemanal



La mayoría de los mortales aborrecerán esta situación. Algo que no es consentido y que, además, ostenta una diferencia de poder -en este caso físico y de cantidad numérica-, atenta contra la libertad de las personas y se considera delito. Y digo esto a raíz de la controvertida sentencia de “la manada” y otras semejantes. Ahí  están debatiendo unos jueces, que no juezas, si es una violación o solo abuso. Porque la justicia está visto que no funciona.


A las mujeres nos atraen hombres acaudalados (económica o intelectualmente) , con demostrada capacidad de manter a un clan entero. Los varones sueñan con tener (en todas las acepciones de posesión) a mujeres deseadas por sus congéneres. Porque la atracción reside precisamente en esa repesentación "alfa" de poder. Las pulsiones sexuales tienen algo de aspiracional. Aunque yo no quiera emparejarme (y menos de por vida) ni tener descendencia, mi cerebro primitivo me empuja a pretender al mejor individuo de la especie, con el que mezclar mi genética.


Me daba asco, quería desaparecer, me sentía insignificante, como cuando tienes un pajarillo en las manos y ves lo weak que puede ser. Nuestras fuerzas no estaban compensadas, intentaba besarme y yo lo esquivaba. Solo alcanzaba a decirle que me dejara, que no quería nada con él, que se fuera.


El poder es un afrodisiaco y su erótica seduce a no pocos ni pocas. Por un lado, al dejar orillados ciertos principios éticos y morales, el sentirse “irresistible” se ve abducido por el derecho a creer que nadie se le negará, incluso muestra (en privado, eso sí) su perplejidad ante el rechazo. Por otro, están quienes dan forma a ese abuso dejándose llevar, en tantos casos por el interés, por ese deslumbramiento y abuso.


No sé si para un hombre es fácil empatizar con esto. Porque sufrir acoso y violencia por parte de una mujer lo veo algo difícil. Me refiero a que me cuesta imaginarme a una mujer mucho más grande y fuerte que le deje inmovilizado. Y la mujer no dispone de un falo para penetrarle y romperle por dentro, porque, aunque no sea así de literal, esto te rompe por dentro. En aquel momento no había canales  de denuncia en las empresas para este tipo de riesgos.


Ya no soy tan ingenuo para pensar que a los políticos les mueve el servicio a los demás, desgraciadamente he de reconocer que han acabado con mi fe. Se consolidó así un erotismo de doble moral y comedia verde, más pendiente de acumular trofeos de cama o pajar que de filosofías transcendentales sobre el sexo y el poder. Ahí está como muestra el paroxismo sexual del esperpéntico Príncipe Carlos, el loco hijo de Felipe II que a punto estuvo de descalabrarse al caer aparatosamente cuando perseguía a una muchacha por los pasillos de palacio. O la colección de amantes e hijos  transexuales terrassa  que regalaría a la historia Felipe IV. O las libidinosas aficiones de Isabel II satirizadas por los hermanos Bécquer.


Hoy, por el contrario, el poder se presenta inmaculado, inocente, incapaz del vicio más infantil. Y eso que no faltarán desconfiados impenitentes que quieran ver en expresiones como “lo demás, merde” la prueba irrefutable de la supuesta coprofilia a la que nos tienen sometidos los de arriba. Las pupilas dilatadas delatan atracción hacia otra persona, y ese contacto visual frecuente en la multitud rompe barreras. A menudo el poder es puro misticismo e idealización sobre la persona, produciendo un atractivo tan legítimo como tantos otros, como pueden ser la belleza, la ternura, la compasión, la estabilidad… Asumirlo es el primer paso para controlarlo.


No solo el varón físicamente más hábil, sino el que creemos que puede proteger mejor a la familia, el más poderoso, por tanto. No es un término que goce de buena prensa, desde luego. Se relaciona siempre con todas sus connotaciones más negativas, con prepotencia, abuso, despotismo. Y, sin embargo, poder como su propia etimología revela es simplemente la capacidad de hacer cosas. O, como también señala el diccionario, es la ausencia de obstáculos e inconvenientes, es aptitud, facultad, influjo, autoridad.